sábado, 3 de abril de 2010

MI EXPERIENCIA EN UNA RECLINADA, UN PLACER.

Con Juan Francisco habíamos hablado e intercambiado mail sobre las reclinadas.
El como cicloturista sentía una especial curiosidad por éstas máquinas, por eso al presentarse la oportunidad le dejé mi recumbent en su casa para que se diera el gusto.
Lo que sigue, son las impresiones de un cicloturista que ha recorrido en solitario las rutas del Uruguay en una montain bike y que a los 60 probó por primera vez una bicicleta reclinada. 
Como conocí a Sandro Rivero es una historia un poco larga de contar, tal vez en otro momento pueda hacer un relato de como se inició nuestra amistad.
Lo que interesa en este momento es la experiencia que me ha tocado vivir.
Nunca se me pasó por la mente que un día recorrería las calles de mi querida Trinidad en una reclinada y menos aún, que dicha máquina fuera nada más ni nada menos que fabricada y traída hasta la puerta de mi casa por este sanducero, que para mi sorpresa, se me apareció en mi casa con su Rocimat.

Cuando llegó sabía que estaba de paso, pero jamás me imaginé que venía a dejarme su reclinada todo el fin de semana, así podría sacarme la curiosidad de como se siente uno cuando anda en una" bicicleta muy especial".
Un fin de semana que se me hizo corto, tendría que haber tenido más horas el día, si más horas, porque una vez que me subí a la reclinada no sentía ganas de bajarme, quería seguir de largo.
Para comenzar me hice un tour dentro de mi ciudad que duró apenas dos horas sin parar.
Como iba a parar si me sentía recómodo, cuando me bajé, sentí la sensación de que no había andado en bicicleta, no sentí el típico dolor del asiento de la bici convencional, no sentí dolor en la cintura.

Sandro me dejó la reclinada el sábado por la tarde, pero no salí en ella, no quise hacer el ridículo, sentía dudas al momento de salir a la calle en la reclinada.
No era temor al ridículo de andar en la reclinada, mi temor era caerme ante la mirada de algún curioso, no soy un niño, (tengo 60 pirulos).
Decidí que el mejor momento era salir el domingo bien temprano, hora propicia ya que todo el vecindario duerme.

El domingo a las 7 am este veterano se armó de coraje, salió sigilosamente mirando de soslayo hacia la casa de los vecinos más cercanos, como dicen los magos "nada por aquí nada por allá", subí a la reclinada y salí, si salí como si toda mi vida hubiera tenido una, como si mi primer bicicleta hubiera sido una reclinada; siempre me habían dicho o había leído que costaba un poco agarrarles la mano, no fue así al menos para mí.
Después el destino quiso que la Rocimat se quedara unos días más conmigo,(que bueno) ahora sí tenía que aprovechar esos días y andar, andar y andar, fue lo que hice.-
Mi experiencia en una reclinada fue excelente, nunca pensé que después de andar en una de estas máquinas, hoy me ronde en la cabeza, la idea de tener una para realizar alguna que otra travesía por mi querido Uruguay.
Nunca me imaginé lo cómodas que son, tampoco creía que uno se siente rebien encima de una reclinada, que cuando se baja tiene la sensación de no haber andado en bicicleta.  
"Tengo encima más de 4000 kmts. de travesías por todo el Uruguay que no es poca cosa para un abuelo que comenzó a realizar travesías a los 57 años".

En pocas palabras, uno anda descansando, tiene un excelente panorama de todo lo que lo rodea y me pasó, que pedaleando viento en contra, parece que el viento no se siente; la verdad andar en una reclinada es un placer y lo digo con sinceridad, ya que tengo encima más de 4000 kmts. de travesías por todo el Uruguay que no es poca cosa para un abuelo que comenzó a realizar travesías a los 57 años.
Quiero agregar una sola cosa, gracias Sandro por haberme permitido conocerte, gracias por haber tenido la amabilidad de llegar hasta la puerta de mi casa a traerme ese tesoro que tienes, que lo has fabricado con mucho cariño, con esfuerzo y además con mucho amor, por algo el nombre que le has puesto R O C I M A T, un abrazo enorme.

Juan Francisco Carrizo
Trinidad - Uruguay